martes, 10 de marzo de 2009

Cumpleaños

Eran las dos de la madrugada cuando sonó el teléfono.

-Sr. Rodríguez, soy el jefe de policía González. Siento comunicarle que han secuestrado a su hermano.

-¿Cuál de ellos? –pregunté.

-El menor –respondió el jefe de policía.

-¿Quién lo ha secuestrado? –dije desesperado.

-Creemos que ha sido una banda callejera. Reúnase mañana conmigo a las doce –propuso el jefe.

-No puedo, tengo que ir a clase, mejor a las tres.

-De acuerdo –aceptó el jefe.

Vaya regalito de cumpleaños. No me lo podía creer. Jorge secuestrado por una banda. ¿Cuál? Empezó a dolerme la cabeza y me dormí.

Al día siguiente fui a clase, después me acerqué a la comisaría para hablar con el jefe González. Cuando llegué me preguntó:

-Por curiosidad, ¿qué está estudiando?

-Informática –respondí intrigado. ¡Ah! Se me olvidaba, también estoy haciendo un curso de detective por correspondencia.

-Bueno, vamos a mandar a nuestros mejores hombres para rescatar a su hermano –dijo el jefe González.

¡No! –respondí. Yo me encargo de este caso, es mi hermano y yo le rescataré. Me da igual quien lo haya secuestrado, lo salvaré sea como sea.

-Vale, no se altere. Vaya usted. Nosotros le ayudaremos en todo lo que podamos –dijo González.

-Por cierto, ¿sabe qué banda ha sido? –pregunté.

-Una que se hace llamar Los M. A. y que quiere decir “Matones Asociados”.

-Vale, deme todos los datos de esa. Tengo que irme.

Me dio los datos y me fui a casa. Al llegar me extrañó ver que estaban todas las luces apagadas. Cuando presioné el interruptor y se encendió la lámpara mis familiares me dieron un susto con un “Sorpresa”. Lo había olvidado. Era mi cumpleaños. Cumplía 18 años. Cómo lo había podido olvidar. Pero con el asunto del secuestro no podía haber empezado peor el día. No podía decir nada del rapto de Jorge porque todos se pondrían nerviosos. Estuvimos mucho tiempo de fiesta. De pronto, David dijo:

-¿Y Jorge?

-Está enfermo –respondí nervioso. Antes me llamó diciendo que no iba a poder venir y que lo pasáramos bien por él.

Y eso hicimos. Cuando todos se fueron me duché y después me dirigí a mi cuarto. Entonces escuché un ruido. Al llegar vi a Darío el Rompehuesos que corría hacia la ventana y saltó. Observé que había dejado una nota encima de la cama. La cogí y leí: “Sí quieres volver a ver a tu hermano tendrás que pagar 250.000 €”

La releí un par de veces y me di cuenta de que había un símbolo en el papel que me sonaba de algo. Recordé que era el símbolo de un almacén de ropa. Tendré que echar un vistazo –pensé.

Cuando me desperté me vestí, desayuné y pensé en ir al almacén, pero al salir de mi casa me encontré con el jefe de la banda. Pero él no me vio y le seguí utilizando las técnicas detectivescas que había aprendido. Me camuflé un poco con una gorra y unas gafas y estuve siguiéndole durante media hora más o menos. Pero me llamaron al móvil y, cuando quise darme cuenta, Darío el Rompehuesos había desaparecido. ¿Por qué habré prestado atención al móvil? Podía haberlo atrapado y obligarle a soltar a mi hermano –pensé totalmente cabreado.

-Chisst... ¡Eh!... Oye... –me llamaba alguien.

-¿Sí? ¿En qué puedo ayudarle? –le pregunté.

-Soy Alejandro Caracortada. ¿Tú eres Marcos Rodríguez?

-Sí –respondí.

-Yo fui un miembro de la M.A. hasta que Darío me echó por no obedecer sus órdenes.

-Y a mí eso que me importa –respondí enfadado.

-Puedo ayudarte a rescatar a tu hermano. Por la noche es cuando menos vigilancia hay –dijo sonriéndome.

-Gracias por la información. Creo que tú podrías ayudarme, ¿no?

-No, no puedo ir. Me matarían. Ve tú solo –dijo y desapareció.

Antes de aventurarme hacia el almacén decidí prepararme. Cuando llegué puse una mini bomba en el panel de control de las luces. Al entrar escuché gritar a mi hermano. Entonces hice algo que no debí hacer. Lo llamé:

-¡Jorge! ¿Dónde estás?

-¡Marcos! ¿Eres tú?

Pero entonces aparecieron unos diez o doce secuestradores. Estaba rodeado. Iban armados y yo sólo llevaba mi mochila, una linterna en una mano y el detonador de la minibomba en la otra. Entonces se me ocurrió un plan. No tuve tiempo de reaccionar cuando empezaron a golpearme. No pude defenderme, pero encontré en mi mochila una granada de gas y una máscara. Hay que salir siempre preparado –pensé. Me la puse y usé la granada. Me quedé solo.

Después de la pequeña pelea estaba dispuesto a liberar a mi hermano. Estuve pensando un buen rato para idear un plan. Cuando lo tuve me puse manos a la obra. Accioné la mini bomba y se apagaron las luces. Entonces subí por el conducto de ventilación hasta donde estaba Jorge. Lo saqué de donde lo habían encerrado y lo primero que dijo para aliviar la tensión fue:

-¡Feliz cumpleaños! Aunque ya sé que fue ayer.

-Venga, vámonos –dije sonriente.

Cuando salimos llamé al jefe González para que arrestara a los miembros de la M.A.

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